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basurilla

¿De qué me servirán mis talismanes?

Sin todavía poner punto y final a las tareas pertinentes que he de tener listas para mañana a primera hora, pongo fin a este fin de semana, a medio camino entre los mocos, la fiebre, las alergias, el curro ignominioso de miles y miles de informes para clase, el descubrimiento de noticias sorprendentes, otras irritantes.. Un fin de semana un tanto melancólico, una sucesión imparable de imágenes, de reflexiones acorazadas, de caras, de recuerdos, de canciones tontas para tontas como yo, de intimidad forzada en el seno de mi habitación, de ganas de que llegue ese momento, de que ese momento lo sea todo, de que ese todo me rescate de fines de semana como éste...
Ahí tenéis uno de los poemas más grandes, a cargo de mi lloradísimo Jorge Luis Borges. Un genio de la palabra entendida como arte, como el dardo más mordaz, como el alma más pura. La manera de entender el amor como una magia inexplicable, una fuerza cegadora, una lucha de contrarios imposibles, una cuerda locura. Decía uno de esos profes míos medio locos que, hoy en día, hay mucha gente que 'comercia' con un concepto del amor gratuito. Y esa afirmación cobra más y más sentido tras lecturas como ésta. Se lo quiero dedicar a todos mis compañeros de Filología, por todos aquellos años.

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabrasque usó el
áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena
amistad, las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes,
los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de
mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se
levanta a la voz del ave, ya se han oscurecidolos que miran por
las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz,
la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas mitlogías, con
sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos que cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Suena de fondo: La Buena Vida. Tormenta en la mañana de la vida.

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